dilluns, 23 de maig del 2011

Bloque 2 de completar textos


El muñeco de nieve

Érase una vez un pueblo (1) en las altas montañas de los Pirineos. Como había dejado de nevar (2), después de varios días de una terrible tormenta (3) todos los niños, ansiosos de libertad, salieron de sus casas (4) y empezaron a corretear por la blanca y mullida alfombra recién formada (5).
Nuria, la hija única del herrero del pueblo, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se entregó a la tarea de moldearla.
--Haré un muñeco (6) como el hermanito que hubiera deseado tener --se dijo.
Le salió un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón (7) y un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable compañero (8) durante los tristes días de aquel invierno (9). Le hablaba, le mimaba...
Pero pronto los días empezaron a ser más largos y los rayos (10) de sol más cálidos... Y el muñeco se fundió sin dejar más rastro de su existencia que un charco (11) de agua con dos carbones y un botón rojo. La niña lloró (12) con desconsuelo al descubrirlo. Un viejecito (13), que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente:
--Seca tus lágrimas, bonita, porque acabas de recibir una gran lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón (14) en las cosas breves o que desaparecen.



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La gratitud de la fiera

Un pobre esclavo (1) de la antigua Roma que se llamaba Androcles, en un descuido de su amo, escapó al bosque (2). Buscando refugio seguro, encontró una cueva. A la débil luz que llegaba del exterior, el muchacho descubrió un soberbio león. Se lamía la pata (3) derecha y rugía dolorido de vez en cuando. Androcles, sin sentir temor, se dijo:
--Este pobre animal debe de estar herido (4). Parece como si el destino me hubiera guiado hasta aquí para que pueda ayudarle. Vamos, amigo (5), no temas, vamos...
Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la fiera y tanteó su herida hasta encontrar la punta de una flecha (6) profundamente clavada. Se la extrajo y luego le lavó la herida con agua fresca. Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva (7). Hasta que Androcles, creyendo que ya no le buscarían, se decidió a salir. Su alegría duró poco: varios centuriones romanos armados con sus lanzas (8) cayeron sobre él y le llevaron prisionero (9) al circo.
Pasados unos días, fue sacado de su pestilente (10) mazmorra. El recinto del circo (11) estaba lleno a rebosar de gentes ansiosas de contemplar la lucha.
Androcles se aprestó a luchar con el león que se dirigía hacia él. De pronto, con un espantoso rugido (12), la fiera se detuvo en seco y comenzó a restregar cariñosamente su cabezota contra el cuerpo (13) del esclavo.
--¡Extraordinario! ¡Es extraordinario! ¡César, perdona al esclavo, pues ha domesticado (14) a la fiera! --gritaron los espectadores.
El emperador ordenó (15) que el esclavo fuera puesto en libertad. Lo que todos ignoraron fue que Androcles no poseía ningún poder (16) especial y que lo ocurrido no era sino la demostración de la gratitud (17) del animal...


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El abad y los tres enigmas

Había una vez un viejo monasterio en el que vivían muchos frailes (1). Todos llevaban una vida monástica entregada al estudio y a la oración. Como en todos los monasterios, la máxima autoridad era el abad (2). Había llegado a oídos del Señor Obispo de aquella región (3) que el abad del monasterio era un poco tonto y no estaba a la altura de su cargo.
Para comprobarlo, le llamó y le dio un mes de plazo para que resolviera estos tres enigmas (4):
1º) Si yo quisiera dar la vuelta al mundo, ¿cuánto tardaría?
2º) Si yo quisiera venderme, ¿cuánto valdría?
3º) ¿Qué cosa estoy yo pensando que no es verdad?
El abad regresó al monasterio y se sentó en su despacho (5) a pensar y pensar, pero no se le ocurría nada. Cuando ya le quedaba poco tiempo, salió a pasear por el bosque (6) y se encontró con un joven fraile pastor que cuidaba las ovejas (7) del monasterio. Este, al verle preocupado, le preguntó qué le ocurría. El abad le explicó la entrevista (8) con el Señor Obispo y los tres enigmas que le había planteado. El frailecillo le dijo que no se preocupara más porque él sabría cómo contestar al Obispo. Así que se presentó el joven fraile ante el Señor Obispo disfrazado con el hábito (9) del abad para que no pudiera reconocerlo (10).
Después de recibirlo, el Señor Obispo volvió a plantear al falso abad la primera pregunta:
--Si yo quisiera dar la vuelta al mundo ¿Cuánto tardaría?
--Si Su Ilustrísima caminara tan deprisa como el sol (11) --contestó rápidamente el frailecillo-- sólo tardaría veinticuatro horas.
El Obispo quedó satisfecho (12) con la respuesta, así que pasó a la segunda pregunta:
--Si yo quisiera venderme, ¿cuánto valdría?
El frailecillo respondió sin dudar (13):
--Quince monedas de plata.
Cuando el Obispo oyó esta respuesta, preguntó:
--¿Por qué quince monedas?
--Porque a Jesucristo lo vendieron por treinta monedas de plata y es lógico pensar que Su Ilustrísima valga sólo la mitad (14).
Le iban convenciendo (15) al Señor Obispo las respuestas de aquel abad y empezaba a pensar que no era tan tonto como le habían dicho.
Entonces realizó la tercera y última pregunta:
--¿Qué cosa estoy yo pensando que no es verdad?
--Su Ilustrísima piensa que yo soy el abad del monasterio cuando en realidad sólo soy el fraile que cuida (16) de las ovejas.
Entonces el Obispo, dándose cuenta de la inteligencia (17) de aquel joven fraile, decidió que el frailecillo ocupara el cargo (18) de abad y que el abad se encargara de las ovejas.


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Tu resultado es: 100%.




Cómo se alumbraban las casas antes de la electricidad?

Hoy en día estamos acostumbrados a la luz eléctrica, y no nos damos cuenta de que el hombre consiguió conquistar la oscuridad hace tan sólo poco más de un siglo. Antes, durante milenios, la fuente principal de luz y calor era el fuego.
Desde la época de las cavernas, el hombre había usado antorchas de maderas resinosas, que arden lentamente, y se fabricaron pequeños candiles en los que una torcida impregnada de aceite o de grasa ardía despacio. A las lámparas y candiles de distinto tipo se unieron, en los primeros siglos del cristianismo, las hermosas velas blancas hechas con la cera producida por las abejas.
Así pues, la situación permaneció más bien... oscura, a pesar de que se utilizaran algunos sistemas ingeniosos, como el de poner un espejo detrás de la fuente de luz para que ésta se multiplicase.
En el siglo XIX entraron en escena las lámparas de petróleo y, mientras tanto, la industria se ocupaba de la fabricación de vidrios para las ventanas. Cuando se inventó la bombilla, la milenaria lucha del hombre contra la oscuridad llegó a su fin. Por vez primera desde que apareció en la tierra, el hombre podía apretar un interruptor y encender... ¡un sol artificial!


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Palabras en fuga II

A sus oídos llegaba ahora el zumbido de la aspiradora sacando lustre a las habitaciones entarimadas, y el piar desaforado de un gorrión desde el poyete de la ventana. Giró la cabeza rubia sin levantar la nuca de la almohada y, en la penumbra, divisó la cama, ordenadamente vacía, de Pablo y, a la izquierda, el lecho vacío, las ropas revueltas, el pijama hecho un gurruño, al pie, de su hermano Marcos, el segundo. "No es domingo", se dijo con tenue voz adormilada y estiró los brazos y entreabrió los dedos de la mano contra el haz de luz y los contrajo y los estiró varias veces y sonrió y canturreó maquinalmente: "Están riquitas por dentro, están bonitas por fuera". De repente, cesó el ruido de la aspiradora allá lejos y, de repente, se impacientó y voceó:
-¡Ya me he despertaooooo!
Su vocecita se trascoló por los resquicios de la puerta, recorrió el largo pasillo, dobló a la izquierda, se adentró por la puerta entreabierta de la cocina y Mamá, que enchufaba la lavadora en ese instante, enderezó la cabeza y dijo:
-Me parece que llama el niño.


¡Bien hecho!
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Los forros

Volved de vez en cuando los forros de los bolsillos hacia fuera porque en ese polvillo de cosas, en esas pelusas, se mantienen y se crean todos los microbios. La putrefacción de muchos, la gangrena de su vida, ha comenzado por esos algodones oscuros que no se sabe de dónde salen, por esas piltrafas misteriosas... Haced como cirujanos auténticos la operación de quitar esas tumefacciones y ese pus de vuestros bolsillos.
Son esquirlas del pasado, condensaciones de tiempo, detritus de lo que pasa, resultados de pájaros invisibles que dejan caer eso desde los árboles del tiempo.
La higiene de los bolsillos de las americanas, de los pantalones, de los chalecos es de las higienes más abandonadas.
Yo lo primero que hago en mis enfermos es descargar sus bolsillos y sacar esos gusanos pegados a las juntas de sus forros, esa cosa que ha crecido en la soledad y que es la concentración del tiempo que murió, el final de las horas y los minutos que cayeron muertos en los bolsillos como en la redecilla del cazador.





¡Bien hecho!
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